16 feb 2023





EL CEMENTERIO.

                                                                                                                                                A tu Memoria, Manolita MARIN                                                                                                            ARANDA
                                                                                            
Hasta los años finales del siglo XVIII la mayoría de los difuntos tanto de ciudades como de pueblos recibían sepultura en las iglesias; algunos, los que eran considerados de mayor categoría social, dentro, en el suelo o en nichos; los demás, todos prácticamente, en un anexo al templo, que servia de cementerio y llamaban camposanto. En el caso de Casariche se han descubierto esqueletos dentro de la Parroquia en las obras de cambio de la solería. En el altar de Jesús está parte del de una mujer con una gran melena de pelo rubio… Y en el terreno que ocupan Las Dependencias Municipales, Correos y El Hogar del Pensionista, aparecieron numerosos restos cuando se demolieron las escuelas que allí había y en la obra de construcción de los mismos, pues en este lugar estaba el referido camposanto. El último entierro aquí realizado fue el 13 de abril de 1.814 de un niño de tres años, llamado Antonio Rodríguez Herrera.

Y como esta situación no podía continuar así,  desde bastante tiempo atrás se venía estudiando solucionarla por razones obvias.  Ya el  año 1 787, el Rey Carlos III, llamado con razón el mejor Alcalde de Madrid y, por extensión, de todos los pueblos de España, dispuso construir cementerios rurales en toda la monarquía, dando normas sobre su ubicación y condiciones que tenían que reunir: Estarían separados de pueblo, al lado opuesto del origen del viento dominante, alejados de acequias, canales u otras conducciones de agua, pues se tenía que evitar que los efluvios y miasmas producidos por la descomposición de los cadáveres pudieran llegar a los habitantes. Sin embargo, penuria económica impidió cumplir la disposición real en casi todo el reino, disposición que se fue llevando a cabo a medida que las posibilidades financieras lo permitían.

Es el caso del cementerio de Casariche, que se construyó en  1.814, ahora ha hecho doscientos años. Antes de continuar, permítaseme consignar unos datos que nos sitúen históricamente: Casariche todavía era dependiente del marquesado de Estepa. Cada labrador del pueblo tenía que pagar una renta al marqués y entregarle una gallina al año, entre otras cosas[1]. Las Hermandades pasaban por un mal momento, algunas clausuradas por el juez eclesiástico de Estepa. En España se preparaba el regreso del Rey Fernando VII, cautivo de Napoleón en Francia.

Siguiendo con nuestra historia. Las obras del Cementerio[2] se hicieron en El Ejido,[3] zona que comprendía los terrenos situados entre la calle Pablo Iglesias, hasta la altura de desguaces Santi  y la carretera de Badolatosa, donde hoy está el parque de la calle Julián Besteiro. El perímetro que tenía  (el cementerio) coincide exactamente con el que hoy tiene el parque. (Ejido era un terreno comunal- propiedad del pueblo- que se destinaba para el ganado, las eras, etc.). Era Cementerio Católico y se bendijo el día 17 de Abril de ese año por don Juan Salvador Ximénez, comisionado por el Vicario de Estepa, que no pudo venir. El último entierro efectuado en la Iglesia fue “Antonio, hijo de Antonio Rodríguez y de María Ignacia Herrera. Murió de calenturas a la edad de tres años.” Y el primero en el Cementerio,“el 22 de abril de 1.814- sigo copiando  del libro de defunciones de la Parroquia-se enterró en el camposanto con entierro A (de pobres) a Antonio María hijo de Cristóbal de Torres y María Sevillano, que murió de edad de 30 meses de calenturas”. Ahora ha hecho doscientos años. Cinco días después, el 27, recibió sepultura el primer adulto, Adrián Gómez, de 54 años, que murió de dolor de costado. El recinto tenía un trozo pequeño, anexo a él, separado por una puerta, que era el Cementerio Civil. Visitando el parque, se puede ver al fondo a la izquierda En él se enterraban los cadáveres de personas que hubieran fallecido de muerte violenta (accidentes, ahogados, matados, etc.) es decir, los que no habían podido confesar antes de morir y los que no estuvieran bautizados. . Las inhumaciones, tanto en el Católico como en el Civil, se hacían en nichos, las menos, y en el suelo, las más.pobres.

En los quince primeros años del siglo XIX, o sea, desde 1.800 a 1.8l4 año de la construcción del Cementerio, ambos inclusive, murieron en Casariche quinientas setenta y siete personas, de las cuales, ¡doscientas setenta! eran PARVULOS, un 46 %. En este mismo período de tiempo el número de bautizos, y por tanto de nacimientos, en nuestra Parroquia fue 866, empezando a contar desde el día 10 de junio de 1.801. El año más fecundo fue 1.804 con 80, y el menos, 1.813, con 48.- La población española era de 11´5 millones de habitantes y la de Casariche de unos 2.000. La mortalidad infantil, hasta los 7 años, era entonces del 50 %: Uno de cada dos niños nacidos. Los años más duros fueron 1.803 (76 defunciones, de las cuales 52 eran párvulos), 1.806 (43 total, 18 párvulos.), 1.807 (39 y 17), 1.809 (40 y 30), 1.810 (30 y 24) y 1.813, (58 y 30). Los años 03, 10 y 13, por epidemia de fiebre amarilla y el 09 por viruela. No parece que el número de defunciones de adultos tenga relación con la Guerra de la Independencia pues los incidentes de Estepa, gobernada por el brigadier francés Louis Bourbon Bussec, no afectaron a Casariche. La causa de tantas defunciones infantiles, aparte las epidemias era, según el médico que las certificaba, sarampión, calenturas, resfriado, garrotillo (difteria), tabardillo, etc. Además, la insalubridad de las casas, casi todas de ramas, alimentación escasa y desequilibrada y escasez de ropa. Un problema que ha llegado casi a nosotros: cuando el niño padecía gastroenteritis, con diarreas y vómitos, tenía prohibido beber agua o cualquier otro líquido, lo que, indudablemente, le provocaba deshidratación y la muerte. Afortunadamente esta situación ya pasó y hoy nuestros niños tienen una esperanza de vida de más de ochenta años.

A la entrada al recinto, había un mausoleo humilde, con la sala de autopsias. En esta, hasta casi a mediados del siglo XX, se veía un ataúd muy pobre que le llamaban “la caja de la caridad”. Servía para transportar a los difuntos de familias sin recursos, que enterraban en el suelo sin este féretro que se guardaba para usarlo cada vez que hiciera falta.

En este camposanto reposaron, a más de nuestros antepasados, sus historias llenas de alegrías y de penas, de glorias y de sufrimientos. No me resisto a silenciar el caso de una pobre mujer joven que no consta en los papeles, ¡¡ porque no se enterró en el Cementerio Católico!!. Se llamaba Carmen y le decían Carmencita. Fue victima de la incultura, de la incomprensión y del machismo cruel que ha imperado en todos los sitios y en todos los tiempos. Ocurrió sobre la década de los 30 del siglo pasado. Esta mujer, de soltera tuvo un hijo. Lo que hoy se ve y es normal, entonces se entendía como una deshonra familiar. Qué presión no harían sobre ella sus familiares y vecinos, que un día, desesperada, tomó a su niño, lo enfundó en los mejores pañales que pudo encontrar y se fue a los sifones, le dio el pecho y esperó… Cuando sonó la llegada del tren, que se conocía como el correo de las cuatro, procedente de Málaga y destino Córdoba, besó a su hijo, lo acostó en la cuneta y se arrojó a las vías. Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio Civil. Sirva el relato de esta cruel desgracia como pobre y sentido  testimonio de admiración y respeto a tantas y tantas mujeres como sufren en silencio y son víctimas de la prepotencia e incultura de los demás. Con razón se dijo que homo hominis lupus, el hombre es el lobo de los hombres.

El Cementerio nuevo, situado más lejos, en la carretera de Badolatosa, se bendijo el día 1 de Julio de 1.966, el día 4 se enterró el primer cadáver. Fue una mujer, Encarnación Carmona Parrado, apodada La Garabata y tres días mas tarde, el primer hombre, Francisco Pérez Rodas, Chirlanga. Tardó 25 años en llenarse, porque la mayor parte de sus nichos se ocupó con restos procedentes de la monda del anterior. En 1.991 se amplió y, finalmente, en 2.006, cuarenta años después de su inauguración, se hizo la tercera ampliación. (Las  notas sobre el cementerio nuevo se las debo y agradezco a mi distinguido colega D. Rafael Rodríguez Graciano).                       
                        j
José Herrera Rodas


[1] Próximamente dedicaremos un tema a tan interesante cuestión.
[2] Del latín coemeterium y éste del griego koimeterion= dormitorio
[3] Del latín exitus= salida

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